4 de junio de 2008

Simbolismo y mecanismos compensatorios..--

El otro día madrugó. Iba a retirar el nuevo pase escolar. Se encontró con una fila agobiante, interminablemente infinita...llena de contenidos humanos por doquier. Se armó de paciencia y se dispuso a ocupar el rol de un observador profundo, detallista, casi etnográfico frente a variada fauna que ofrecía diversidad, distorsión, creatividad, superficialidad y muchos otros ingredientes que agregaban textura a este panorama particularmente especial. Jóvenes...congeneres! qué cambio! Todo parece distinto, los límites entre lo aceptado socialmente y aquello repudiado se visualizan difusos, a lo lejos...curioso, me encanta! Ávida pasión por devorarlos, aprehenderlos en su normalidad y una que otra patología, coño que ninguno se salva de ello! Ahí estaba el muchacho, aquel que en ningún momento quiso someterse a la autoridad de la fila fálica, aquel que no quiso perder la intimidad que le ofrecía su placentero espacio vital. Aislado se encontraba de la fila, pero a una distancia prudente como para hacer valer su lugar, su turno...Qué va! luego emerge la luz subyacente a su actuar. El joven retoño no ha sido dotado de la altura física que quizás hubiese deseado y las vivencias angustiantes de verse sometido a la propia comparación cruel de encontrarse entre dos hombres altos, parecen amenazar seriamente su certeza de que "lo tiene", lo cual es finalmente resuelto con actitudes estereotipadas compensatorias. Mantiene la mirada gacha, parece avergonzado...se excluye cada vez más herméticamente. De pronto el muchacho de adelante lo pasa a llevar sin querer. Súbitamente rojos tintes ascienden por sus mejillas y le recorren todo el cuerpo. Escalofrío. Quiere desaparecer, por favor. En un acto con matices instintivas y primitivas, realiza un orificio prolijamente en las áreas verdes de los vecinos. Se preocupa de afinar con perfección la abertura con sus pies recubiertos por unas zapatillas especialmente llamativas a los ojos de los demás. Luego, en un profundo desgarro de masculinidad, lanza el proyectil oral directo al orificio creado para reafirmarse. Su expresión es de satisfacción total. Hace un "grabbing bulge" y se siente honrado. Finalmente y solo después de esta secuencia, logra integrarse a la fila. De pronto, aparecen un grupo de prepúberes...se acercan a todas las chiquillas de la fila, una por una. Piden derechamente que les colaboren con "moneas"; lanzan sus miradas seductoras. La razón? Pues no hay razón, qué quieres que te diga...parece ser que reclaman por un premio a sus aproximaciones de cortejo vital...así de simple, piden que premien y reafirmen su condición de sujetos activos, su iniciativa, su condición de poseedores de aquello que en algún momento ellas añoraron. Ellas, la mayoría, reaccionaban con un falso desinterés. Dejaban al descubierto cierto rubor y acto seguido daban la espalda, exponiendo como regalo, el más dulce de los almíbares. El premio se dio igual. Daba lo mismo si estaban promoviendo cierto machismo...finalmente la conquista asume pautas de acción algo básicas y simbólicas, como siempre. En la fila contigua, un universitario...parece que en los tiempos libres goza con ofrecer culto a su cuerpo y asiste a clases intensivas en el gimnasio, de esas en que empleas ropa ajustada y terminas todo transpirado. Asumía la frecuente posición bípeda de un simio. Torso levemente encogido hacia adelante, brazos proyectados al frente, mentón dirigido hacia la hembra, como preparado para darle un ósculo o hacerle alguna torpe caricia; y por supuesto, piernas considerablemente separadas, revelación explícita de que "lo tiene". En un final magistral, el nuevo artefacto cultural que a modo de mecanismo compensador viene a reducir la angustia de castración del amigo: el banano. Ese que ahora se ha convertido en un accesorio muy difundido. Bueno, y mucho mejor si lo acompaña un considerable bolso para guardar sus pertenencias. El universitario se aferraba al banano de un modo curioso, como queriendo confirmar constantemente que es poseedor de la gracia masculina. Impotencia? Viagra portátil? La fila seguía sin avanzar, le guiñó el ojo a una encantadora muchacha colorina. Él se orientó hacia ella, estiró sus brazos hacia arriba y en un mordaz bostezo incontrolado, hizo notar su presencia y también toda su disposición erótica inferior. Ella lo miró de reojo, evitando cualquier contacto ocular con el artefacto cultural; finalmente acarició su larga cabellera y en un imposible acto casual, arma un peinado "improvisado" que destaca la increíble belleza de su femineidad.